
Aunque los japoneses nos tienen acostumbrados a guiones de lo más pintorescos, no se puede decir lo mismo de esta cinta, aún así no hay que desmerecerla ya que se trata de una de las películas insignia del gran Takashi Miike, director que ya trabajó con Quentin Tarantino en "Sukiyaki Western Django", y además nos premió con "Llamada perdida".
No sabría decir si el actor protagonista de esta historia se podría considerar actor fetiche del director, pero lo que sí que puedo decir es que han trabajado juntos en muchas ocasiones, estoy hablando de Ryo Ishibashi. La otra mitad de la interpretación de la cinta recae sobre Eihi Shiina a quien ya ví en la extraña "Tokyo Gore Police".
Desde luego esta es una parada obligatoria para los amantes del cine de terror japonés, puede que no sea la mejor, pero es necesaria. Y hay que aprovechar antes de que como se rumorea, los americanos hagan su remake.
Lo mejor: lo desagradable e incomoda que resulta.
Lo peor: que vayan a hacer un remake totalmente innecesario.
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